Ruleta Rusa en el Estrecho De Taiwán

“Los europeos creen que nos han conquistado porque ahora nos vestimos como ellos. Pero en realidad los odiamos. La intensificación y la agresividad de los vuelos de cazas chinos en el estrecho de Taiwán, cruzando una y otra vez la línea media que sirve de frontera informal entre la isla y el continente, violando con ello su espacio aéreo, está forzando a los F-16 taiwaneses a interceptarlos para disuadir sus incursiones, en una ruleta rusa que se libra sobre las aguas picadas y de fuertes vientos que separan ambas costas, unos 130 kilómetros en su punto más angosto. Cualquier error de cálculo de un piloto puede activar una escalada. El ruido de sables es también cada vez más audible en los medios, que han mostrado imágenes de simulacros de invasión de la isla rebelde para expresar el disgusto de China con los renovados vínculos entre Taiwán y Estados Unidos. En septiembre, durante siete días consecutivos, cazas chinos cruzaron la línea media coincidiendo con la visita a Taiwán del subsecretario de Estado para Asuntos Económicos de EEUU, Keith Krach.

Zhao Lijian, portavoz del ministerio de Exteriores de la República Popular, ha advertido de que Pekín tomará represalias si EEUU sigue adelante con sus planes de vender armas a Taiwán por valor de más de 7.000 millones de dólares, transmitiendo con ello “señales incorrectas a las fuerzas separatistas”. Si el Congreso aprueba la operación, Taipéi recibiría 11 sistemas de lanzamisiles Himars M142, 135 misiles AGM-84H Standoff aire-tierra y los sistemas de inteligencia Recce Pods MS-110 que utilizan los F-16. Entre 2007 y 2018, EEUU vendió a Taiwán equipos militares por valor de unos 25.000 millones. Según analistas de defensa, los ejercicios militares chinos en el Estrecho, los mayores en los últimos 20 años, pueden estar buscando una reacción defensiva de Taiwán que pueda constituir un casus belli y justificar una ocupación de la isla, rebelde desde 1949, cuando desembarcaron en ella los nacionalistas del Kuomintang, perdedores de la guerra civil, y fundaron en Taipéi la llamada República de China, hoy solo reconocida por 16 países.

Si Taiwán responde a las provocaciones, el riesgo de incidentes aumentará. Y si no lo hace, el dragón seguirá devorando poco a poco su soberanía territorial. El 23 de octubre, el presidente chino, Xi Jinping, en un discurso con motivo del 70 aniversario del inicio de la guerra de Corea (1950-53), a la que Mao envió varias divisiones, dijo que en ella las fuerzas chinas “destruyeron el mito de la invencibilidad militar” del imperialismo y que ahora China hablará con Washington en “la única lengua que entienden: el de la fuerza militar”. En enero, Xi dijo que China jamás renunciará al uso de la fuerza para garantizar la “reunificación”. Aunque las amenazas no son nuevas, sí lo son las circunstancias. Pekín parece creer que esta vez tiene una oportunidad -quizá irrepetible- para recuperar Taiwán. Es explicable. Desde 2001, el PIB per cápita chino se ha más que quintuplicado y desde 1986 el consumo de los hogares se ha multiplicado por 17, un 1.700% más.

Según Shen Dingli, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Fudan, lo único que puede situar a Xi en el olimpo del Partido Comunista (PCCh), al lado de Mao y Deng Xiaoping, es recuperar Taiwán. En diciembre, un general retirado, Wang Hongguang, declaró a People’s Daily, el diario oficial del partido, que la ventana de oportunidad se estaba “cerrando rápidamente”. Según escribe Hu Xijin, editor de Global Times, el único modo de avanzar en Taiwán es “estar preparado para ir a la guerra”. Hoy China preside cuatro de las 15 agencias especializadas de la ONU, más que Francia, Rusia, Reino Unido y EEUU juntos, los otros cuatro miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Y Xi nunca ha ocultado su admiración por el audaz golpe de mano de Vladímir Putin en 2014 en Crimea, anexando la península ante la impotencia occidental. En 2017, China envió a su primer portaviones, el Liaoning, a circunnavegar dos veces Taiwán.

En una comparecencia ante el Senado de EEUU en abril de 2018, el jefe del comando Indo-Pacífico del Pentágono, almirante Philip Davidson, aseguró que con su construcción de ocho islas artificiales en el Mar de China Meridional, en las que ha establecido bases aéreas y navales, China ya controla la zona “en todos los escenarios posibles”, salvo el de una guerra abierta con EEUU. Un excomandante de la Flota del Pacífico, almirante Dennis Blair, cree, por su parte, que China está realizando una especie de “diplomacia militar”. Xi dejó de hablar con Donald Trump hasta que la Casa Blanca no se comprometió explícitamente con el principio de “una China”. La llamada estrategia del “collar de perlas” se ha extendido ahora a los escenarios en los que EEUU ganó la guerra del Pacífico entre 1941 y 1945: las islas Salomón y Marshall, Palau, Vanuatu y Fiji en la Micronesia, donde China construye puertos de aguas profundas que podrían eventualmente convertirse en bases navales muy cercanas a Guam, sede de la VII Flota y punto de enlace clave del Pentágono entre Hawái y Okinawa.

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