Las apuestas deportivas, especialmente las realizadas de forma online, han aumentado en los últimos años, de la misma manera que lo ha hecho la adicción a las apuestas. La falta de conciencia del riesgo de este tipo de juegos y el hecho de que los que participan en apuestas deportivas son cada vez más jóvenes hacen que la adicción crezca exponencialmente entre los jugadores. Andrés (nombre ficticio) me contó en consulta hace unos meses: “Tenía 15 años cuando aposté por primera vez en una web de apuestas deportivas. Metí 30€ y me regalaron otros 30€. Tenía la sensación de que para apostar y ganar hay que saber y yo sé mucho de futbol, siempre me lo decía todo el mundo. Al principio disfrutaba y ganaba, sentía que controlaba. Alrededor de un año después ya era todo diferente, apostaba por el móvil, la Tablet, o en lugares de apuestas. Pensaba en apostar las 24 horas del día”.
El juego patológico o ludopatía ha evolucionado a su versión online. El término “apuestas online” ha empezado a estar muy presente en nuestra sociedad: publicidad en equipos de futbol de alto nivel, carteles en paradas de autobús, deportivas importantes anunciado sus promociones “haz clic y gana 280 tiradas gratis” o “una apuesta de 0,25€ y la convierte en 18 millones de euros” son algunos de los reclamos. ¿Estoy enganchado a las apuestas deportivas? Actualmente, las apuestas deportivas se están convirtiendo en un pasatiempo muy peligroso para los jóvenes. Sus anuncios en las redes sociales, la falta de regulación de este tipo de juegos y su inmediatez están convirtiendo a las apuestas deportivas en un juego muy peligroso. Diferentes estudios señales que las personas con problemas con las apuestas deportivas son cada vez más jóvenes (un 30% tienen entre 18 y 25 años) con una leve preponderancia masculina. De hecho, las personas entre 18 y 25 años son las que más demandan tratamiento, lo que nos hace suponer que estos jóvenes empezaron a jugar mientras eran menores de edad.
También me parece importante señalar que la adicción se produce en mucho menos tiempo que en el juego tradicional (2 años frente a 9 años). Todos empiezan apostando en aquellos deportes sobre los que tienen algún conocimiento (lo más común es futbol o baloncesto). Lo hacen de vez en cuando y ello es placentero, les divierte y a veces ganan dinero. Empiezan a pensar en lo relacionado con las apuestas con más frecuencia. Apuesto con más frecuencia y empiezan a dejar de practicar algunas de las actividades que solía realizar. Empiezo a tener un deseo intenso por apostar (mayor que el vivido inicialmente). Se sigue con otro tipo de apuestas. Por ejemplo, otros deportes sobre los que ya no se tienen conocimientos (rugby, hockey, carreras de galgos, hípica, etc). Empiezo a darme cuenta de que mi comportamiento es excesivo e intento controlarme. Se acaba apostando a cualquier cosa. Por ejemplo, quién marcará el próximo gol, quién tirará el corner, etc. Apostar ya casi no me produce placer, entretenimiento o diversión.
Sino que apuesto para responder a la necesidad de aliviar el malestar que siento si no apuesto. Este alivio cada vez es menor, por lo que cada vez juego más. La situación se vuelve insostenible y afecta a otras áreas de la vida. En un primer momento, esta actividad empieza siendo un mero entretenimiento. Sin embargo, acaba convirtiéndose en un problema fatal, cuando la persona “no puede dejar de pensar en conseguir dinero para seguir jugando y tapar las deudas”. En ese preciso momento, el juego pasa de ser una actividad de ocio para convertirse en una necesidad y justo es ahí cuando es fundamental tomar medidas. 1. Preocupación por revivir experiencias pasadas de juego. 2. Compensar ventajas entre competidores o planificar la próxima “aventura”. Necesidad de jugar con cantidades crecientes de dinero para conseguir el grado de excitación deseado. Fracaso repetido de los esfuerzos para controlar, interrumpir o detener el juego.