Este es uno de los puntos fuertes de esta casa de apuestas deportivas. La gran cantidad de bonificaciones atrae constantemente a un gran número de nuevos usuarios; y mantiene activos a los ya frecuentes. Strendus apuestas deportivas ofrece a los nuevos usuarios que están en búsqueda de una experiencia alucinante al apostar en los deportes una excelente bonificación de bienvenida. 500. Esto se traduce en que un nuevo jugador puede comenzar apostando con una cartera total de $1000. El depósito mínimo está establecido en $100 MXN. ¡Estarás listo para comenzar a apostar y a disfrutar! Los amantes de los juegos de casino también tienen acceso a una bonificación de bienvenida igual de sustanciosa. Se trata de un importe del 100% sobre el primer depósito hasta un máximo de $500 para los nuevos usuarios. Regístrate en Strendus es el primer paso. Este proceso sólo durará algunos minutos y se puede realizar desde el dispositivo móvil o el ordenador de escritorio. Verificar la cuenta Strendus. Esto es sumamente necesario para poder disfrutar de las ganancias obtenidas con el dinero de la bonificación. El proceso se realiza enviando un documento digitalizado de identidad. Hazlo ingresando tu usuario y contraseña establecido en el registro. Realiza un depósito de al menos $100 MXN. Así podremos acceder a todas las bonificaciones ofrecidas por Strendus tanto en deportes como en casino.
Todo sobre las pin-ups. Desde antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando alcanzaron un éxito inesperado, tuvieron usos y significados diferentes. Durante la Segunda Guerra Mundial, las ilustraciones de chicas pin-up -mujeres con poca ropa y actitud pícara- eran tan populares que hasta los bombarderos estadounidenses llevaban una en el frente del fuselaje. En trajes de baño o ropa militar, con camisas atadas a la cintura o polleras al viento, y hasta en ropa interior, estas imágenes sensuales y a la vez ingenuas adornaban también los talleres de autos y las tiendas de campaña. “Era una época en que las mujeres tenían más y mostraban menos”, apunta Dian Hanson, editora de la colección Sexy Arts de Taschen, en The Art of Pin-up, un libro que ella compiló y que acaba de lanzar la editorial con un recuento histórico y capítulos dedicados a los diez autores más destacados del género, entre ellos, Gil Elvgren, George Petty y el peruano Alberto Vargas.
Si bien el término pin-up -”fijar con tachuelas”- se acuñó en 1941, las primeras creaciones de este tipo aparecieron hacia 1886 en revistas francesas, de la mano de Jules Chéret -conocido como el padre del póster moderno-, y en 1895, en los Estados Unidos. Entonces, Charles Dana, un dibujante de la revista Life, creó a la Gibson Girl, una fémina desenvuelta que encarnaba el espíritu de la nueva mujer que estaba naciendo. Dana la delineó jugando al tenis o andando a caballo o en bici. Eran los años dorados de la ilustración. La bicicleta había sido la gran conquista femenina -una mujer ya no necesitaba de un hombre para ir de un lugar a otro- y la lucha por el sufragio femenino en los EE.UU. Los vestidos y corsets fueron reemplazados por ropa más cómoda y también más reveladora, que marcaba, por ejemplo, las piernas, antes ocultas bajo capas de tela. “Al intentar ganarse un lugar en un mundo de hombres, las mujeres los liberaron para que estos las miraran y las apreciaran de una forma más apasionante”, escribe Hanson.
Paradójicamente, las pin-ups, símbolos sexuales creados desde el punto de vista masculino -sin connotación pornógrafica: su sex-appeal es natural y su lencería suele quedar expuesta por accidente- son una representación del feminismo, al haber animado a las mujeres a liberarse de las normas impuestas. Actualmente, según académicas como Maria Elena Buszek, de la Universidad de Colorado, se las considera “una reivindicación de la sexualidad femenina”. La imagen de estas chicas -que aparecían en situaciones domésticas, aunque siempre con cierto descaro- se utilizó para reclutar soldados en la Primera Guerra Mundial, cuando el concepto de propaganda, para exaltar el patriotismo o atacar al enemigo, se había establecido. “Caramba. Ojalá fuera un hombre, me uniría a la Armada”, decía una pin-up vestida como marinera. “Sé un hombre y hazlo”, concluía. Posters por el estilo se clavaban en las paredes. A lo largo del tiempo, las pin-ups han tenido diferentes propósitos. En la Segunda Guerra levantaban la moral de las tropas.