La palabra confiable es el término que extendidamente empleamos en nuestro idioma para dar cuenta de aquella persona o cosa en la cual es posible confiar y depositar la confianza, básicamente, porque dispone de una trayectoria notable diciendo la verdad y no engañando. Obviamente la cualidad de confiable que alguien ostente se construirá con los años y con concretas demostraciones de decir la verdad y no engañar. Si bien como recién indicábamos alguien o algo se convierten en confiables cuando presentan una sólida e indestructible trayectoria expresando la verdad o simplemente no defraudando, cabe destacarse que también en algunos casos aunque no se disponga de tales pruebas, de todas maneras, alguien se deja guiar por la confianza que el otro le provoca y entonces termina por tomarlo como confiable a pesar de no reunir condiciones fehacientes que lo demuestren. En tanto, la palabra confiable se encuentra en estrecha vinculación con el concepto de confianza, ya que precisamente es esta disposición de seguridad que una persona tiene sobre otro individuo, o respecto de alguna cosa, lo que hará confiable a esa persona o cosa.
La seguridad que alguien tenga en sí mismo a la hora de la realización satisfactoria de alguna actividad o tarea supone sí o sí la presencia de confianza en ese individuo, hecho que además lo terminará por erigir en un individuo confiable cuando de cumplir esa tarea o trabajo se trate. En buena parte de las actividades y profesiones que desarrollamos en la vida las personas es importante contar con esa cuota de seguridad para así poder alcanzar el fin propuesto y también poder despertar en los otros la confianza. Así como hay individuos que son más proclives a creer y confiar en el otro, también existen aquellos más reticentes y que necesitan antes comprobar la fiabilidad de alguien para depositar su total confianza en él. Es importante mencionar en este sentido que la confianza que en sí mismo presente alguien será determinante a la hora de convertirse en una persona confiable para los otros individuos. Uno de los términos que solemos emplear como sinónimo de esta palabra es fiable, porque aquel o aquello que es fiable sí o sí despertará en nosotros confianza. Lo opuesto a lo confiable es lo dudoso.
Todo sobre las pin-ups. Desde antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando alcanzaron un éxito inesperado, tuvieron usos y significados diferentes. Durante la Segunda Guerra Mundial, las ilustraciones de chicas pin-up -mujeres con poca ropa y actitud pícara- eran tan populares que hasta los bombarderos estadounidenses llevaban una en el frente del fuselaje. En trajes de baño o ropa militar, con camisas atadas a la cintura o polleras al viento, y hasta en ropa interior, estas imágenes sensuales y a la vez ingenuas adornaban también los talleres de autos y las tiendas de campaña. “Era una época en que las mujeres tenían más y mostraban menos”, apunta Dian Hanson, editora de la colección Sexy Arts de Taschen, en The Art of Pin-up, un libro que ella compiló y que acaba de lanzar la editorial con un recuento histórico y capítulos dedicados a los diez autores más destacados del género, entre ellos, Gil Elvgren, George Petty y el peruano Alberto Vargas.
Si bien el término pin-up -”fijar con tachuelas”- se acuñó en 1941, las primeras creaciones de este tipo aparecieron hacia 1886 en revistas francesas, de la mano de Jules Chéret -conocido como el padre del póster moderno-, y en 1895, en los Estados Unidos. Entonces, Charles Dana, un dibujante de la revista Life, creó a la Gibson Girl, una fémina desenvuelta que encarnaba el espíritu de la nueva mujer que estaba naciendo. Dana la delineó jugando al tenis o andando a caballo o en bici. Eran los años dorados de la ilustración. La bicicleta había sido la gran conquista femenina -una mujer ya no necesitaba de un hombre para ir de un lugar a otro- y la lucha por el sufragio femenino en los EE.UU. Los vestidos y corsets fueron reemplazados por ropa más cómoda y también más reveladora, que marcaba, por ejemplo, las piernas, antes ocultas bajo capas de tela. “Al intentar ganarse un lugar en un mundo de hombres, las mujeres los liberaron para que estos las miraran y las apreciaran de una forma más apasionante”, escribe Hanson.
Paradójicamente, las pin-ups, símbolos sexuales creados desde el punto de vista masculino -sin connotación pornógrafica: su sex-appeal es natural y su lencería suele quedar expuesta por accidente- son una representación del feminismo, al haber animado a las mujeres a liberarse de las normas impuestas. Actualmente, según académicas como Maria Elena Buszek, de la Universidad de Colorado, se las considera “una reivindicación de la sexualidad femenina”. La imagen de estas chicas -que aparecían en situaciones domésticas, aunque siempre con cierto descaro- se utilizó para reclutar soldados en la Primera Guerra Mundial, cuando el concepto de propaganda, para exaltar el patriotismo o atacar al enemigo, se había establecido. “Caramba. Ojalá fuera un hombre, me uniría a la Armada”, decía una pin-up vestida como marinera. “Sé un hombre y hazlo”, concluía. Posters por el estilo se clavaban en las paredes. A lo largo del tiempo, las pin-ups han tenido diferentes propósitos. En la Segunda Guerra levantaban la moral de las tropas.