El Diccionario del español actual recoge el léxico documentado en España desde 1950 hasta nuestros días, con definiciones que ofrecen además el funcionamiento gramatical de la palabra dentro de la frase, y con ejemplos reales de uso extraídos de un corpus de cerca de tres mil libros y quinientas publicaciones periódicas que sirven de base al Diccionario. Las definiciones y la distribución de las acepciones se han establecido según criterios nuevos, con el fin de orientar no solo sobre los significados de las palabras, sino sobre su empleo y comportamiento dentro de la unidad comunicativa que es el enunciado oracional. Este diccionario está destinado a un público muy amplio, tanto a personas con conocimientos gramaticales generales, que encontrarán información abundante de ese tipo frente a lo que es habitual en obras de su género, como a aquellos usuarios cuya actividad profesional se centra fundamentalmente en el idioma -escritores, traductores, profesores y estudiantes de lengua española, incluyendo a profesores y estudiantes de español como segunda lengua-, que lograrán el máximo rendimiento de su consulta.
A partir de las ediciones anteriormente publicadas en 1999 y 2011, se ofrece esta nueva edición del Diccionario del español actual publicada en 2023 por la Fundación BBVA en formato electrónico, versión notablemente aumentada y puesta al día. Este soporte digital ofrece dos niveles de información: la que se muestra al usuario en una vista simple, propia de los diccionarios habituales, o la que se obtiene en la vista avanzada si se activa esta opción, que mostrará la información sobre las funciones gramaticales de los distintos términos de la definición y los textos en que se basa. La presente versión ofrece nuevas funcionalidades: las abreviaturas se desarrollan al pasar sobre ellas; los términos lingüísticos, modelos de conjugación y referencias bibliográficas conducen directamente a su explicación al pulsar sobre los mismos; y el resto del texto es totalmente navegable, tanto definiciones como citas. La idea de componer este diccionario nació de la conciencia de que la lengua española, cuya universalidad y cuya importancia cultural tantas veces se ha proclamado, era la única de las grandes lenguas de Occidente que no disponía de un inventario léxico realizado con una metodología medianamente rigurosa.
Solo en un plano particular, el de la sintaxis, había emprendido el genial Rufino José Cuervo, en el siglo XIX, un proyecto que podía haber marcado nuevos caminos en nuestra lexicografía. En el siglo XX fue la Academia Española la que por fin se trazó el propósito de llevar a cabo el inventario general cuyo vacío había diagnosticado ella misma, y comenzó a publicar, primero, un Diccionario histórico que quedó truncado por la Guerra Civil, y después, en 1960, de la mano de nuestros maestros Julio Casares y Rafael Lapesa, otro nuevo de igual título, sobre planteamientos mucho más científicos que el primero. Esta vez no fue la guerra, sino la indiferencia ambiente la que llenó de obstáculos la andadura y la viabilidad de la empresa. A pesar de los meritorios y valiosos esfuerzos extraacadémicos de unos pocos lexicógrafos a lo largo de más de medio siglo, los diccionarios generales del español siguen careciendo, a diferencia de lo que ocurre en otras lenguas, de un punto de partida aceptablemente sólido.
Para redactar un diccionario no es suficiente la existencia de una tradición lexicográfica, por muy ilustre que esta sea; ni la aportación de iniciativas individuales, aunque a menudo sean inteligentes; ni, sobre todo, la mera imitación aparencial y externa -tan frecuente hoy- de modelos extranjeros. Para redactar un diccionario es indispensable una base documental. Algo que ya nos habían enseñado -en vano, al parecer- los académicos que en el siglo XVIII compusieron el Diccionario de autoridades. Por otra parte, cierto estancamiento en el sistema definitorio tradicional, en el que no se había prestado toda la atención necesaria a los aspectos sintácticos de las palabras, hacía deseable una revisión de la forma y el contenido de los artículos del diccionario. La definición de las palabras resulta insuficiente si no se dice cómo funcionan en la frase, en qué medida la presencia y el sentido de ellas condiciona la estructura del contexto, cuáles son sus conexiones con otros elementos del enunciado. Un enfoque así, no exento de repercusión en la distribución de las acepciones, solamente era posible si se partía del estudio del uso documentado y no de la pura información de los diccionarios precedentes.
Nosotros entendimos que, encuadrando la base documental en unos límites precisos de tiempo y espacio, reduciendo la materia de la obra estrictamente al léxico documentado y ciñendo a este el nuevo sistema de análisis, era posible construir, en un plazo razonable, un diccionario nuevo que ofreciese una descripción fiel del español de nuestros días. Y decidimos hacerlo. Era en 1970. El trabajo ha sido abrumador hasta el último instante. Partiendo de cero, pusimos en marcha la labor de documentación y de redacción, sin contar con otro instrumento que nuestro entusiasmo. Tan solo, en los comienzos, tuvimos la muy útil colaboración de dos auxiliares papeletizadores: Mateo Ramos y Paqui Estarellas. Serían largos años en que toda la tarea hubo de realizarse manualmente, pues la informática aún tardaría en estar en condiciones de ofrecernos ninguna ayuda. Solamente en 1994, cuando ya teníamos terminada una primera revisión total del texto, pudimos contar con la importante cooperación del Grupo Santillana, que nos facilitó los medios técnicos y humanos necesarios para rematar la obra.