Origen Y Actualidad De la Ruleta Rusa

La expresión “ruleta rusa” se utilizó por primera vez en 1937 en un relato de título homónimo a cargo del escritor norteamericano George Surdez, publicado en la revista Collier’s Magazine. En él hablaba de los juegos peligrosos a los que recurrían los soldados de la Legión Extranjera Francesa para matar el aburrimiento en África del Norte. Surdez aludía a una carta en la que un mercenario alemán explicaba una conversación que había mantenido con un sargento ruso, cuando en 1917 se encontraban en Rumanía. “Cuando todo se desmoronaba alrededor”, decía el sargento, “los oficiales rusos consideraban que no sólo perdían el prestigio, el dinero, la familia, el país, sino también el honor ante los aliados. Algunos de ellos, se encontraran donde se encontraran, sentados a la mesa, en una cafetería, con amigos, sacaban de repente el revólver, quitaban un cartucho del tambor, lo giraban, apuntaban el cañón del arma a su cabeza y apretaban el gatillo.

La probabilidad de que el arma se disparara y de que el cerebro del oficial saltara por los aires era de cinco sobre seis. A veces sucedía, otras no”. Sorprende la extraña precisión del oficial: “cinco cartuchos de seis”. En 1917 el arma estándar suministrada a los oficiales rusos era el revólver Nagant M1985, un arma que utiliza siete cartuchos, mientras que de seis cargas era el anterior revólver del ejército, Smith & Wesson, en ese momento ya anticuado. Así que hay dudas sobre la exactitud de la referencia que se hace en Collier’s. Además, los oficiales, con unas probabilidades tan desfavorables, habrían caído como moscas. Pero el principal problema es que no existe ninguna confirmación, ningún documento o memoria, sobre la existencia de la “ruleta rusa” en el ejército, en Rumanía o en cualquier otra parte. Por cierto, el propio Surdez no ponía objeciones cuando lo llamaban “el hombre que inventó la ruleta rusa”. Hasta ese momento no se había conocido nada parecido en Estados Unidos, a pesar de su extendido culto a las armas de fuego.

Pero el relato de Surdez les gustó tanto a los lectores que se incluyó en diversas antologías. Ocho meses después el joven norteamericano Thomas Markli se disparó siguiendo ese método el día de su cumpleaños. Fue el primer caso de “ruleta rusa” con resultado de muerte registrado en Estados Unidos. Hoy las estadísticas arrojan datos diferentes: unas cinco decenas de muertes en las mismas circunstancias, unos casos que siempre suscitan mucho interés mediático. En Rusia no se dispone de este tipo de estadísticas y, además, tampoco es posible recabar datos sobre esta clase de fallecimientos mediante búsquedas en internet. Ocurre que a veces la “ruleta rusa” recibe el nombre de “americana”. Según el investigador canadiense Ivan Kachanovsky, la “ruleta rusa” es, después de la mafia rusa, el estereotipo más extendido de los países de la antigua Unión Soviética. La vida cotidiana y las costumbres de los oficiales son un tema recurrente en la literatura rusa. Para los escritores la ruleta rusa es un motivo acertado, tanto para ofrecer la imagen del oficial aguerrido como en calidad de vicio que se debe condenar.

Pero, por lo visto, la única obra prerrevolucionaria donde se menciona algo similar a la “ruleta rusa” es el capítulo “El fatalista” de Un héroe de nuestro tiempo, de Lérmontov. La acción discurre en la primera mitad del siglo XIX, cuando aún no existían revólveres, así que los personajes manejaban pistolas con tambores de silíceo que cargaban manualmente con pólvora. El oficial Vúlich, deseando comprobar la creencia según la cual todo sucede por inevitable determinación del destino, se dispara a la sien con una pistola, sin saber si está cargada o no, aunque lo más probable es que lo esté, pues está colgada en el cabezal para usarla en caso de emergencia. La pistola no dispara. Sin embargo, el tiro de prueba a un lado indica que está cargada. De este romántico húsar saltamos a la década de 1980, a la novela Ruru del escritor emigrado Iuz Aleshkovski. El protagonista vive en una remota aldea rusa y bebe mucho aguardiente casero, se alimenta a base de sapos y charla con dos lugareños y un miliciano.

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