Jugar A la Ruleta Rusa en México

No estoy hablando de las encuestas. Las tendencias de éstas son claras. Sin embargo, ya es ilegal dar detalles de ellas por una absurda veda. Estoy hablando de morir. Todos los días alguien está en el lugar equivocado, es confundido con algún maleante, y es asesinado o secuestrado. O alguna mujer llama la atención de algún criminal y desaparece. Un ejemplo. La tarde del pasado 19 de marzo, tres jóvenes estudiantes de cine fueron secuestrados y asesinados en Tonalá, Jalisco. Los sicarios los confundieron con miembros de una banda rival. Como eran estudiantes, algo de ruido se hizo. Los candidatos a la Presidencia ofrecieron las condolencias de rigor. Hoy parece un caso más en el olvido. Cuando se trata de gente más humilde, muchos injustamente asumen que por algo fueron asesinados, son noticia menor de la nota roja. Incluso si fueran delincuentes, y un gran porcentaje no lo son, el Estado tiene la obligación de saber quién los mató. Sólo cuando son muchos y miembros de un grupo organizado, como los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, se hace un escándalo, como merecería cualquier individuo asesinado.

Incluso en ese caso fue notable que cuando en su búsqueda se iban encontrando cuerpos de otros desaparecidos, como no eran del grupo que protestaba, pocos alzaban la voz por esos cadáveres anónimos. En nuestro país, salir a la calle es jugar a la ruleta rusa. En Guerrero hay muchas más balas en el tambor del revólver que en Yucatán. En las zonas más ricas y mejor protegidas, aun de los estados con más problemas, la probabilidad de que a uno lo alcance la bala es menor. Así, mientras Acapulco es la ciudad en el país con la mayor tasa de homicidios, cuando llega un puente vacacional, el puerto se llena y a los turistas no suelen tocarles las balas de la ruleta. Ser candidato a algún puesto de elección popular ni siquiera es jugar a la ruleta rusa. Ahí no es cuestión de probabilidad. Si alguno de los grupos criminales ve con sospecha o desconfianza a un candidato, lo matan antes de que el ciudadano lo pueda elegir en las urnas.

Ya van 112 políticos asesinados. A esto se debieran sumar los cerca de mil candidatos locales y federales que han renunciado a competir en procesos electorales bajo estas condiciones. También es jugar a la ruleta rusa el mandar un furgón lleno con mercancías. Hay una buena probabilidad de que lo descarrilen y se las roben. Lo mismo con el combustible que se mueve por ductos. Es revelador lo poco que los candidatos a la Presidencia han desarrollado su estrategia para enfrentar la creciente inseguridad. Meade y Anaya algo dicen sobre fortalecer policías, pero no ha sido el eje central de sus campañas. López Obrador no sale de la historia de pacificar al país y de la amnistía. Una cosa sí sabemos de esta elección. Al ganador le estallará el problema en las manos. En 2018 habrá más muertos que en 2017 y seguramente en 2019 romperemos nuevamente el récord. No hay solución fácil.

No se resuelve cambiando la Constitución o con una nueva ley, aunque algo se tiene que hacer con el nuevo sistema de justicia penal que deja libres a delincuentes que repiten al día siguiente el mismo delito. Se requiere trabajar intensamente en el tema, en todos los ámbitos y dedicando mucho dinero del hoy comprometido a todo tipo de promesas de reparto de gasto social. En el debate público ha dominado la idea de que si Calderón no hubiera enfrentado a los grupos criminales, hoy no tendríamos la crisis de violencia en la que estamos. Yo difiero. El crimen organizado mandaba en Michoacán en 2007. Había que reaccionar, pero hacerlo bien. Mucho menos hizo la administración actual. Por eso hoy la crisis es aún peor. Como lo ha resumido Alejandro Hope, en 2010 uno de cada cuatro asesinatos sucedieron en Chihuahua. En 2017 se había expandido a casi todos los estados y ninguno tenía más de diez por ciento de los homicidios del país.

No es un problema de que en los municipios más pobres haya más homicidios. Es un problema de criminales bien organizados aprovechando un Estado débil. No enfrentar el problema es la razón de que se siga expandiendo. La ruleta rusa traerá cada vez más balas en el barril de la pistola. En algún momento la violencia se volverá insoportable, y propuestas absurdas como la de El Bronco de mochar la mano a los ladrones serán atractivas para una parte creciente del electorado. La crisis de seguridad consumirá una buena parte de la energía del nuevo gobierno. No acabo de entender por qué tanto esfuerzo de los candidatos para llegar a una silla cuyo trabajo central será enfrentar esta crisis de violencia en manos de criminales poderosos cada vez mejor organizados. Pero la ambición de poder es un gran motivador y siempre está la ilusión de que o se arreglará fácilmente o se podrá patear hacia adelante otros seis años.

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