El Aviso Del Banco De España A los Clientes con Depósitos A Plazo Fijo

Los depósitos son una herramienta financiera ampliamente utilizada por aquellos que buscan maximizar sus ahorros y obtener ganancias a través de intereses. Es una forma común de inversión en la que los usuarios depositan una cantidad específica de dinero en una entidad financiera a cambio de un interés acordado y un período de tiempo determinado, conocido como el ‘plazo fijo’. Una vez pasado el plazo estipulado, el dinero vuelve al cliente junto a la rentabilidad pactada. Pero, ¿qué pasa si se quiere retirar el dinero antes? Tal y como explica el Banco de España, no existe una respuesta que se pueda aplicar a todos los casos. Y es que, dependiendo del producto y de la entidad bancaria, se puede retirar el dinero antes del vencimiento pactado, o no. «Los plazos pueden variar desde algunos meses hasta varios años, por ello es importante sopesar tus necesidades de liquidez y leer detalladamente el contrato antes de firmarlo», destaca. Asimismo, en el caso de que se pueda cancelar, la entidad suele cobrar una penalización o comisión por ello, «que también deberá estar especificada en el contrato». En cualquier caso, «la comisión no puede ser superior a los intereses brutos que se hayan devengado desde el inicio del depósito hasta la fecha de la cancelación», apunta. Esta limitación no afecta a la obligación de la entidad de practicar la retención fiscal prevista en la normativa fiscal, «por lo que, puede ocurrir que tras la cancelación anticipada obtengas un importe inferior a la cantidad depositada inicialmente», añade. Lo más recomendable es, por lo tanto, revisar todas las condiciones del contrato del depósito antes de firmarlo, incluyendo la posibilidad de cancelación previa y sus correspondientes cancelaciones. En caso de que existan dudas al respecto, se deberá valorar la posibilidad de contratar otro producto financiero, como una cuenta de ahorro, con la que también se obtiene rendimiento y se puede disponer del capital en cualquier momento sin penalización.

Todo sobre las pin-ups. Desde antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando alcanzaron un éxito inesperado, tuvieron usos y significados diferentes. Durante la Segunda Guerra Mundial, las ilustraciones de chicas pin-up -mujeres con poca ropa y actitud pícara- eran tan populares que hasta los bombarderos estadounidenses llevaban una en el frente del fuselaje. En trajes de baño o ropa militar, con camisas atadas a la cintura o polleras al viento, y hasta en ropa interior, estas imágenes sensuales y a la vez ingenuas adornaban también los talleres de autos y las tiendas de campaña. “Era una época en que las mujeres tenían más y mostraban menos”, apunta Dian Hanson, editora de la colección Sexy Arts de Taschen, en The Art of Pin-up, un libro que ella compiló y que acaba de lanzar la editorial con un recuento histórico y capítulos dedicados a los diez autores más destacados del género, entre ellos, Gil Elvgren, George Petty y el peruano Alberto Vargas.

Si bien el término pin-up -”fijar con tachuelas”- se acuñó en 1941, las primeras creaciones de este tipo aparecieron hacia 1886 en revistas francesas, de la mano de Jules Chéret -conocido como el padre del póster moderno-, y en 1895, en los Estados Unidos. Entonces, Charles Dana, un dibujante de la revista Life, creó a la Gibson Girl, una fémina desenvuelta que encarnaba el espíritu de la nueva mujer que estaba naciendo. Dana la delineó jugando al tenis o andando a caballo o en bici. Eran los años dorados de la ilustración. La bicicleta había sido la gran conquista femenina -una mujer ya no necesitaba de un hombre para ir de un lugar a otro- y la lucha por el sufragio femenino en los EE.UU. Los vestidos y corsets fueron reemplazados por ropa más cómoda y también más reveladora, que marcaba, por ejemplo, las piernas, antes ocultas bajo capas de tela. “Al intentar ganarse un lugar en un mundo de hombres, las mujeres los liberaron para que estos las miraran y las apreciaran de una forma más apasionante”, escribe Hanson.

Paradójicamente, las pin-ups, símbolos sexuales creados desde el punto de vista masculino -sin connotación pornógrafica: su sex-appeal es natural y su lencería suele quedar expuesta por accidente- son una representación del feminismo, al haber animado a las mujeres a liberarse de las normas impuestas. Actualmente, según académicas como Maria Elena Buszek, de la Universidad de Colorado, se las considera “una reivindicación de la sexualidad femenina”. La imagen de estas chicas -que aparecían en situaciones domésticas, aunque siempre con cierto descaro- se utilizó para reclutar soldados en la Primera Guerra Mundial, cuando el concepto de propaganda, para exaltar el patriotismo o atacar al enemigo, se había establecido. “Caramba. Ojalá fuera un hombre, me uniría a la Armada”, decía una pin-up vestida como marinera. “Sé un hombre y hazlo”, concluía. Posters por el estilo se clavaban en las paredes. A lo largo del tiempo, las pin-ups han tenido diferentes propósitos. En la Segunda Guerra levantaban la moral de las tropas. “Les recordaban a los hombres qué les esperaba en casa, las mujeres por las que ellos estaban luchando, y eso les estimulaba a luchar con más fuerza.

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